Situado en el norte de la provincia de Ávila, el Castillo de Arévalo se encuentra en la población de idéntico nombre, en Castilla y León, entre los ríos Adaja y Arevalillo que actúan de fosos defensivos naturales.
Tenemos constancia, ya en el siglo XII, de que esta población tenía una actividad comercial comparable a la de ciudades como Ávila o Segovia, por lo que era necesaria su fortificación y defensa ante posibles ataques. Era en esa época conocida como la ciudad de los cinco linajes por ser ese el número de familias encargadas de su defensa y organización.
Mandado construir por el duque de Béjar, don Álvaro de Zuñiga, en el siglo XV, pasaron por él numerosos personajes ilustres como Blanca de Borbón, esposa de Pedro I de Castilla «el cruel», que estuvo prisionera en este castillo cuando fue repudiada por el monarca. Posteriormente pasó a manos del condestable de Castilla Don Álvaro de Luna hasta que en 1476 acabó en manos de los Reyes Católicos (recordemos que Isabel la Católica vivió en Arévalo durante su infancia).
Del castillo partían las murallas que rodeaban la población. Los lienzos destacan por la escasez de vanos dando una mayor sensación de solidez. En su interior el castillo tiene planta pentagonal un tanto irregular, formada por la combinación de un tramo rectangular y otro triangular. En cada esquina encontramos una torre circular, excepto en la esquina donde se alza la robusta torre del homenaje. La primitiva construcción era de época islámica y estaba realizada en piedra. Más tarde fue sustituida por otra, a la que se le dio forma redondeada mediante lajas de piedra. Al contrario que las murallas, encontramos aquí numerosas troneras y una ventana geminada.
Para su construcción se empleó, como es habitual, la sillería para los elementos defensivos y el ladrillo para los de relleno.
Fue convertido en prisión en el siglo XVI, teniendo entre sus más ilustres prisioneros al príncipe de Nassau, Guillermo de Orange, encarcelado por orden de Felipe IV en 1592.
Posteriormente fue muy dañado durante las Guerras de Sucesión y de la Independencia, llegándose a emplear su recinto como cementerio hasya que en 1950 se restauró para ser usado como silo, albergando hoy en día el Museo del Cereal.